Las tres mellizas y la guerra intergaláctica
En un soleado día, las tres mellizas, Ana, Teresa y Helena, se encontraban en la biblioteca de su casa discutiendo, como siempre, sobre sus personajes favoritos. Esta vez, el tema de debate era nada menos que Los Tres Mosqueteros.
—¡Yo seré Athos! —exclamó Ana con aire de superioridad.
—No, tú siempre eres Athos. ¡Hoy quiero serlo yo! —protestó Teresa.
—¡Pues yo quiero ser Aramis! —saltó Helena, sin importarle el caos que se desataba entre sus hermanas.
En medio de la acalorada discusión, un trueno resonó en la habitación. De la nada, apareció la Bruja Aburrida, con su sombrero puntiagudo y una risa malévola que hizo eco en las paredes.
—¡Siempre os estáis peleando, es insoportable! —dijo la bruja, con una mirada que mezclaba cansancio y malicia—. Si tanto os gusta pelearos por quién es qué mosquetero, os tengo un desafío mejor. ¡A ver cómo os las arregláis en este mundo!
Con un chasquido de sus dedos, la bruja conjuró un hechizo, y en un abrir y cerrar de ojos, las tres mellizas fueron absorbidas por un remolino de colores brillantes.
Las mellizas abrieron los ojos en medio de un paisaje extraño: estaban en el mundo de Sailor Moon. A su alrededor, hechizos de todo tipo surcaban los cielos: "¡Expelliarmus!", "¡Wingardium Leviosa!". Pero el caos no terminaba ahí. Desde el horizonte, una figura conocida volaba a gran velocidad. Era... ¡Kika Superbruja!
—¡Cuidado! —gritó Ana—. ¡Nos están atacando!
Con miedo y sorpresa, intentaron protegerse, pero Teresa, recordando uno de los hechizos que había leído en un libro, gritó:
—¡Doraemon, ven en nuestra ayuda!
De una puerta mágica salió Doraemon, el famoso gato robot, listo para salvarlas. Sin embargo, justo en ese momento, los Power Rangers aparecieron, enfrentándose al pobre Doraemon.
—¡Oh no! —dijo Helena—. ¡Esto es una batalla intergaláctica!
De repente, todos los Power Ranger empezaron a luchar, al grito de guerra:
—¿Buscáis problemas? - dijo el Power Ranger rojo.
—Pues escuchad nuestro lema.-continuó el Power Ranger verde.
—Para proteger al mundo de la devastación.- dijo el Power Ranger rosa.
—Para unir a todos los pueblos en una sola nación. - dijo el Power Ranger amarillo.
—Para denunciar a los enemigos de la verdad y el amor. - dijo el Power Ranger azul.
—Para extender nuestro poder más allá del espacio exterior - dijo el Power Ranger negro.
—¡Los Power Ranger despegan a la velocidad de la luz! - dijo el Power Ranger blanco.
—¡Rendíos ahora o preparaos para luchar! - les advirtió el Power Ranger rojo.
Sin embargo, Sailor Moon no tenía ningún tipo de miedo y se dirigió a ellos con ferocidad.
— Podéis quemar nuestro territorio hasta los cimientos, pero ¿veis ese fuego? Se acerca… Y si nosotras ardemos, vosotros arderéis con nosotras.
Pero la batalla no tenía sentido. Los hechizos volaban por doquier, los Power Rangers gritaban y Doraemon sacaba artilugios de su bolsillo sin parar. Todo era un caos.
—¡Esto es ridículo! —exclamó Teresa—. ¡Tenemos que detener esta guerra!
Ana asintió.
—La Bruja nos metió aquí para que aprendamos algo. Tal vez la clave no está en pelear, sino en hablar.
Helena, siempre la más lógica, tomó la iniciativa. Se acercó a los líderes de los dos bandos: Sailor Moon y los Power Rangers.
—¡Detened esto! —gritó—. No tiene sentido pelear. ¡Lo que necesitamos es diálogo!
Los personajes se detuvieron, confundidos. Teresa agregó:
—Las guerras no solucionan nada. Solo destruyen. Necesitamos entendernos y buscar soluciones juntos.
Poco a poco, los personajes dejaron sus armas y empezaron a hablar entre ellos. Las mellizas guiaron la conversación, y pronto todos se dieron cuenta de que la guerra había comenzado por un malentendido.
De repente, un brillo mágico envolvió a las mellizas. La Bruja Aburrida apareció de nuevo.
—Parece que han aprendido algo importante, ¿verdad? —dijo con una sonrisa maliciosa—. Las guerras nacen de la falta de diálogo. ¡Muy bien! Volveréis a casa, pero con una lección valiosa.
Y con un chasquido de sus dedos, las mellizas volvieron a su habitación.
De vuelta en su hogar, las mellizas suspiraron aliviadas. Habían resuelto el conflicto intergaláctico, pero ahora sabían que lo más importante era escuchar y dialogar, no pelear.
—La próxima vez, resolveremos nuestras diferencias hablando —dijo Ana.
—Sí, porque las guerras solo traen más caos —añadió Teresa.
—¡Y al final, el diálogo es más poderoso que cualquier hechizo! —concluyó Helena.
Y así, las tres mellizas aprendieron la lección.
Fin.
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