miércoles, 23 de octubre de 2024

CRelato, 11Leia, IRovira

RELATO LITERARIO: Las viajeras del tiempo

En un lugar de Alicante, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivían cinco amigas inseparables: Vera, Gloria, Corina, Luisa y Alejandra. Cada una de ellas, a su manera, era una guerrera y enfrentaba una lucha en su vida diaria: Corina, una abogada reflexiva y llena de tristeza, siempre encontraba valor en los momentos difíciles; Alejandra, una artista soñadora, encarnaba la alegría, iluminando con su creatividad e inspiración; Gloria, ingeniera práctica, era crítica y precisa en cada decisión; Vera, una activista rebelde, representaba la ira, una fuerza imparable en la lucha por la justicia; y Luisa, una profesora amante de los libros, simbolizaba el miedo, siempre alerta y cautelosa, aprendiendo del pasado. Juntas, equilibraban sus emociones, cada una esencial en su propia lucha diaria.

Una noche, mientras todas charlaban en la sala con una taza de té en la mano, Luisa sacó un antiguo libro de tapas de cuero que había encontrado en una librería de segunda mano llamada Ollivanders. No había título en la portada, y al abrirlo, solo se veía una inscripción en latín: “Elen síla lúmenn’ omentielvo”. Intrigadas, comenzaron a leer en voz alta las primeras líneas y, de repente, el reloj que marcaba las 12 comenzó a sonar al mismo tiempo que una luz cegadora inundó la habitación.

"Porque te quiero, amor, a sangre y fuego" fueron las últimas palabras de Alejandra antes de que la habitación desapareciera.

Cuando recuperaron la vista, ya no estaban en su apartamento. Se encontraban en un paisaje desolado, con naves espaciales volando sobre sus cabezas. Las cinco amigas miraban boquiabiertas, tratando de entender lo que había sucedido, cuando oyeron pasos firmes acercándose. Frente a ellas apareció una mujer alta con un sable de luz azul: era la princesa Leia, de la saga Star Wars.

"¿Quiénes sois y qué hacéis aquí?", preguntó con su característico tono decidido.

Sin saber bien cómo responder, Vera dio un paso al frente. "Venimos de otro tiempo, de otro lugar. Buscamos conocer a mujeres guerreras, como tú."

Leia las miró con curiosidad y respondió. "Entonces estáis en el lugar correcto. La guerra nos exige fortaleza. Pero siempre recuerda, el poder más grande no está en la fuerza física, sino en la voluntad de proteger a los demás."

De repente, la luz cegadora volvió, y las amigas se encontraron en un lugar completamente diferente: una tierra bañada por el sol, donde los gritos de guerra se escuchaban a la distancia. Allí, en las costas de Troya, apareció la figura de una mujer con una lanza en mano. Era Atenea, la diosa guerrera de La Odisea.

"Vosotras, viajeras del tiempo, ¿venís a aprender de las batallas que enfrentamos los dioses y los hombres?", les preguntó con una sonrisa enigmática.

"… que no quiero verla... Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de nadie sobre la arena", susurró Corina, mientras observaba el campo de batalla ante ella.

Gloria, que siempre había admirado a Atenea, sintió un nudo en la garganta. "Sí, queremos aprender de todas vosotras, mujeres que enfrentan grandes batallas".

Atenea continuó, orgullosa. "Recordad siempre: el ingenio y la astucia pueden ser más letales que cualquier arma. Odiseo lo comprendió, y vosotras también lo haréis. Y para ello, deberéis ir a la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer.”

Las cinco amigas continuaron su camino, al instante, la luz las envolvió nuevamente, y el escenario cambió radicalmente. Ahora estaban en una gran mansión inglesa, rodeada por un campo de girasoles, con mujeres vestidas elegantemente caminando por un salón de baile. Allí, una joven alta y de aspecto decidido se les acercó: Elizabeth Bennet, de Orgullo y Prejuicio.

"No es necesario empuñar una espada para ser fuerte", dijo con una media sonrisa. "A veces, la mayor batalla está en nuestros propios corazones, en defensor lo que es correcto, incluso cuando todo el mundo se opone."

Las amigas asintieron, impresionadas por la sabiduría de aquella mujer.

Antes de que pudieran responder, Elisabeth les dijo: “Bien viaje, curriculares” y las 5 amigas volvieron a ser transportadas. Esta vez, se encontraron en el turbulento cortejo de la corte francesa, donde una mujer de cabello oscuro y mirada feroz les dio la bienvenida: la reina Margot, una figura poderosa entre intrigas y conspiraciones.

"Las batallas no siempre se libran en campos de batalla", les dijo Margot mientras ajustaba su corona. "La política es una guerra sin fin, y a veces, las decisiones más difíciles no son las que nos llevan a la victoria, sino las que aseguran la supervivencia de nuestro pueblo."

El viaje no se detuvo ahí. Las amigas viajaron de la casa de las hermanas March de Mujercitas, donde Jo les habló de la importancia de luchar por los sueños, al campo de batalla de Juana de Arco , quien les mostró el significado del coraje inquebrantable frente a la adversidad. Pasaron por los pasillos del palacio de Sisí Emperatriz , aprendiendo sobre la presión de ser una mujer poderosa en un mundo que las vigilaba constantemente.

Luego, las calles polvorientas de Las Mil y Una Noches las recibieron. Allí conocieron a Sherezade, quien, con su astucia y palabras, cambió su destino, narrando historias que salvaron su vida. Ella les dijo: "A veces, las palabras son las armas más poderosas".

Su travesía las llevó a la NASA de los años 60, donde apoyaron a Katherine Johnson y sus compañeras de Figuras Ocultas, luchando por el reconocimiento en un mundo que las quería silenciadas. Luego, junto a Wonder Woman, pelearon en una guerra moderna, aprendiendo que la verdadera fuerza estaba en la justicia y el sacrificio.

Las amigas cruzaron las barreras del tiempo y el espacio. Lucharon junto a Katniss Everdeen en los Juegos del Hambre, aprendiendo la importancia de la resistencia. Corrieron libres junto a Mérida , la valiente arquera de Brave , y descubrieron la fuerza de elegir tu propio destino. Con las Chicas del Cable, pelearon por la independencia en una sociedad que las querían silenciadas, recordando siempre el lema: "¡No pasarán!".

Finalmente, a partir de esa noche estrellada, sabían que habían cambiado. Habían aprendido de las más grandes guerreras de la historia y estaban preparadas para regresar a casa, prometiendo siempre seguir su legado.


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